- Almudena Sosa Guzmán
Mi oveja negra al rescate (Las polaridades)

En general solemos describirnos e identificarnos con aquellos rasgos propios que nos agradan de nosotros mismos y nos gusta que reconozcan los demás; en cambio tendemos a recortar de nuestra identidad personal determinadas características que consideramos indeseables o malas, que precisamente suelen ser las opuestas a las que nos suscitan más complacencia y que pasan a encerrarse bajo cien llaves en nuestro yo más secreto, aquel que no mostramos y que desconocemos de nosotros. Unas y otras forman lo que llamamos polaridades, en base a las cuales, aceptando unas y negando otras, vamos definiendo lo que creemos que somos: nuestra personalidad (nuestro ego).
Sin embargo, ese mecanismo turba nuestra psique, nos desequilibra porque nos asaltan síntomas que nos alteran al no permitir ordenar esas polaridades. En consecuencia distorsionamos nuestra percepción identificándonos con un polo y arrinconando al otro como contrario y ajeno a lo sentimos que somos, de modo que impedimos que los opuestos puedan emerger, ocupar el espacio que les corresponde y ser vistos y aceptados como propios, dando lugar al auto-rechazo. El problema es que no nos damos cuenta de que, al fin y al cabo, lo que recortas de ti te debilita.
Pese a esa ceguera mental las polaridades siguen estando ahí, y como dualidades no integradas se chocan y se interrumpen mutuamente debido a que amputamos nuestra conciencia, la dejamos cojeando y nos privamos de los frutos que nacen en la dialéctica de los opuestos. Porque a la par que se rechazan estos aspectos se hace un nudo con la espontaneidad, la creatividad y la fluidez, y se obstruye la fuerza que proviene de ellas. Entramos entonces en esas experiencias personales en que nos sentimos estancados, en lucha interior e irrumpen los sentimientos negativos. A la postre, gracias a la “antítesis” que se opone a la “tesis” es posible hallar una “síntesis”, igual que ánodo y cátodo permiten que se genere la luz.

La rabia, por ejemplo, es una emoción normalmente muy reprimida, de manera que no sólo no la mostramos al exterior sino que incluso podemos ocultárnosla cerrando su acceso a nuestra propia conciencia, y taparla con una capa expresiva tejida de complacencia carialegre.
Pero al hacer esto nos desenergetizamos, nos desconectamos de nuestra fuerza, entramos en conflicto y aparece el malestar y el sufrimiento.
